Putin, en su primera escala fugaz, apareció de repente en la base aérea de Hmeymim, en Siria, para agradecer el servicio prestado por los militares rusos y destacar –como hizo hace unos días el Estado Mayor del ejército ruso–, la derrota “casi completa” del llamado Estado Islámico y reiterar al titular de esa cartera, Serguei Shoigu, presente en la ceremonia, la orden de replegar “una parte significativa” del contingente ruso ahí desplegado.
Después de marzo de 2016 y de diciembre del mismo año, es la tercera vez que Putin anuncia el retiro de “una parte significativa”, hay que entender que siempre se refiere a la mayor parte, del contingente militar ruso en Siria, si bien se trata de la primera ocasión –las anteriores fueron en el Kremlin– que seleccionó como escenario para mayor impacto mediático el propio país árabe.
Al mismo tiempo –sin olvidar que en contadas horas podrían llegar los refuerzos necesarios–, permanecerán de manera permanente en territorio sirio tropas, aviones y otros equipos bélicos suficientes para garantizar la seguridad de las bases militares del ejército ruso en Hmeymim y Tartus.
Con ello se busca tanto proteger los intereses geopolíticos de Rusia en la zona como mantener el apoyo que requiera el ejército del presidente Bashar al Assad frente a la oposición siria, el país todo dividido en “zonas de distensión” cada una en manos de grupos diferentes bajo protección foránea.
En la siguiente escala, El Cairo, Putin acordó con el presidente de Egipto, Abelfatah al Sisi, firmar a la brevedad un convenio que permita reanudar los vuelos directos entre ciudades rusas y egipcias, “tentativamente a partir de febrero del año siguiente”, según Maksim Sokolov, ministro de Transporte de Rusia.
De este modo, se satisface una demanda de los cientos de miles –llegaron a ser millones, en los mejores tiempos– de turistas rusos que cada año solían vacacionar en las playas de Egipto y cuyos vuelos tanto baratos como regulares se habían suspendido después del atentado, el 31 de octubre de 2015, que costó la vida a los 217 pasajeros y 7 miembros de la tripulación de un avión ruso que explotó por un bomba minutos después de despegar del aeropuerto de Sharm el-Sheij con destino a San Petersburgo.
Y para cerrar con broche de oro, en Ankara, durante el apretado intercambio de opiniones sobre sus habituales diferencias, Putin trató de sacar provecho del malestar que causó a su colega turco, Recep Tayyip Erdogan, la inopinada decisión del mandatario de EU, Donald Trump, de trasladar la embajada de su país a Jerusalén, abierta afrenta en el Medio Oriente.
Con los noticiarios de televisión vespertinos rebosantes de elogios, Putin retornó a casa, sabiendo que tendrá esta semana otros escenarios para obtener nuevos éxitos antes de cerrar el calendario político de 2017: la conferencia de prensa anual y el discurso en el Consejo de la Federación (Senado) de Rusia, entre otros actos de campaña no oficial.
Información: Jornada