Hasta hace veinte años “Miguelito” (nombre ficticio para guardar su identidad), de tan solo 7 años de edad, ayudaba a sus padres a ganarse la vida hurgando entre la basura; debiendo ser más astuto que las aves de rapiña que en medio de los cerros de desechos buscaban alimentos.
Era una jornada que muchas veces iniciaba muy temprano y finalizaba cuando ya no veían los rayos del sol. Se marchaba junto a sus padres, a la casa que estaba cercana a aquel basurero. Estaba acostumbrado al mal olor y no era problema disfrutar sus alimentos en medio de aquellos desechos, sus ojos estaban amarillos por el humo incontrolable que encontraba desde que llegaba hasta que terminaba la jornada. Recuerda que una ocasión encontró diez colones y le sirvió para comprar su estreno porque pronto sería noche buena.
“Miguelito” era uno de muchos, niños, niñas, jóvenes y adultos que buscaban entre la basura un mejor destino. Las historias urbanas de que “Chepe” había encontrado un reloj de oro y la “María” cien colones, alimentaban aquella pasión por llegar temprano al basurero para esperar a los primero camiones que llegaban de la capital con toneladas de basura.
“Adiós a la contaminación”
Desde hace dos décadas, la realidad de aquellos niños cambió, ya no iban más al basurero y la Organización Mundial del Trabajo exhortó a El Salvador para que erradicara el trabajo infantil en los botaderos a cielo abierto. La inversión que la empresa hace en nuestro país para la disposición final de los desechos sólidos, se pone a la par de grandes ciudades en el mundo y por primera vez en El Salvador inicia el proceso de descontaminación por la quema de basura a cielo abierto.
Las dos décadas de la empresa que da el tratamiento adecuado de los desechos sólidos en el área metropolitana de San Salvador, ha logrado deshacerse de 1.7 millones de toneladas de basura, es decir, que tenemos una ciudad más limpia y competitiva a nivel mundial.
“Algunos prefieren las viejas prácticas”
No había quién llevara al país a los estándares mundiales en el tratamiento y disposición final de miles y miles de toneladas de desechos que son generados por 14 alcaldías en el área metropolitana; dos décadas después, quienes no han jugado limpio en el establecimiento de negocios, ven fantasmas en la empresa que decidió invertir y poner fin a una historia de contaminación en El Salvador.
Han cuestionado el contrato, han pagado plumas en periódicos tradicionales como LPG del cuál es corresponsal Héctor Silva Ávalos, quien ahora cocina notas para los Salume que también son propietarios de un botadero a cielo abierto en Cantón Melara, departamento de La Libertad y quien recientemente se sacó de la manga a la Revista Factum que se dedica a desprestigiar proyectos exitosos como el relleno sanitario de Nejapa que inició con un grupo de servidores públicos que dieron el paso para tener una ciudad limpia y libre de contaminantes.
“Miguelito” ahora está a punto de cumplir 27 años, y recuerda cómo un día ya no tuvo que ir más a aquel lugar donde perdió varios años de su infancia. Está a punto de culminar una carrera universitaria y agradece que esas formas de trabajo hayan sido erradicadas en el país. Los años que perdió entre la basura, ahora los recupera en las aulas universitarias donde escribe una nueva página de su historia.