Jack Ma lo tenía todo en la vida. Había fundado Alibaba.com, el gigante asiático del comercio electrónico cuya versión internacional, AliExpress, hacía sombra a la mismísima Amazon; era multimillonario, la persona más rica de su país; había sido alabado por el propio gobierno chino por crear un modelo de negocio exitoso, era una de las personalidades más importantes de China… hasta que todo cambió.
A finales de 2020 el empresario criticó en un foro público las leyes financieras de su país. Dijo que los bancos tradicionales en China se dirigían como “casas de empeño”, lo que provocó que las autoridades del país asiático le pusieran la cruz. Esto supuso un antes y un después en su vida. Llegó a desaparecer durante meses de la vida pública.
La campaña contra Ma y su empresa arrancó con la detención de la cotización de Ant Group de la bolsa de Hong Kong. Además, el gobierno también le impuso una multa de casi 2.300 millones de euros (18.2000 millones de yuanes) por infracciones de Alibaba relacionadas con su posición dominante en el mercado.
Fue entonces cuando Jack Ma decidió apartarse de la vida pública. Primero, abandonó la dirección del conglomerado empresarial que había fundado y, después, eliminó cualquier aparición pública. Se llegó a rumorear que había sido arrestado.
De hecho, hace poco se supo que Ma se autoexilió de China para que el gobierno no pudiera perseguirle más. Tanto él como su familia se mudaron a Tokio, donde ahora ejerce como profesor de la prestigiosa Universidad de Tokio en el Tokyo College. Según apunta la web de la universidad, Jack Ma comparte “su rica experiencia y conocimiento innovador en emprendimiento, gestión empresarial e innovación” a través de distintos seminarios.
El caso de Jack Ma resulta paradigmático de cómo trata el régimen chino a los ciudadanos críticos, por muy solemnes que sean. El empresario ha pasado de ser una de las personalidades del país a persona non grata en cuestión de meses.
